CHE...

Esto está un yuyal, este finde traigo la pala de punta y la escoba de fierritos esa, un par de bolsas de consorcio... Nos venimos tempranito con el mate y dejamos todo de fiesta. Prometido.

POR SI ME VENÍS A PREGUNTAR POR DÓNDE ANDÉ

Andé viajando por el mundo, traduciendo el blog a 167 idiomas y dialectos, y viviendo nuevas experiencias con pueblos primitivos y no tanto. Hace un año dejé el auto en Ezeiza y ya debe estar hasta el ojete de facturas de estacionamiento. Los llamo a la vuelta.

ABROCHADO

Resulta que después de más de mil años de no tener obra social, (uuuh, dirán ustedes, ahí viene otro a quejarse de que no le reintegraron los 100 mangos del examen de próstata… no es eso, además todavía no cumplí 40 y dejame hablar, no me toques temas delicados…), después de algunas (pocas, graciadió) visitas a salas de espera de hospitales públicos, que como podrán suponer, son enormes y con lugar para unos 300 enfermos, siendo que hay 5 consultorios de 2x2 donde te despachan como por un caño sin siquiera meterte un dedo en el culo, ni mucho menos mirarte si tenés el ojo blanco o amarillo, o las amígdalas rojas o verdes, bueh… che, avisenmé si divago o si pongo muchos paréntesis, o algo. Ah, ¿sigo? Sigo…

Bueno, se imaginan que le estoy sacando el jugo como los mejores: me hago atender lunes, miércoles y viernes la psique y martes y jueves el corpore, porque a pesar de que la salud de uno es de fierro, siempre hay un óxido en un costadete, unas limaduras aquí y allá, bueh… basta de boludeces:

MI DERMATÓLOGA ME GARCA

Una vez me fui a tratar un tema que me había salido (no viene al caso), me dio una pila de remedios, me tomé los más grosos y dejé los jaboncitos y las cremitas de lado, después de todo estaba saliendo de vacaciones, masa la dotora, maasa, me extirpó en su momento como 150 mangos, medio de favor, pero me curó, me fui a la playita y me olvidé del tema. Me quedó ese cariño, o mejor, ese reconocimiento: la tipa te cura. Hace unos meses se me empezó a pudrir una uña (y bueno, no les puedo ocultar todo, la estiro hasta donde da…), después la de al lado y después una del otro pie. Junté esa y otras podredumbres del cuerpo y del alma, más la guita para la cuota mensual, y me hice la obra social. Hasta ahí todo bien, otro rata queriéndose asomar al mundo burgués.

Agendo una consulta, espero como un mes. Llego al consultorio, espero cuatro (cuatro) horitas, me mira los quesos, me receta unos remedios, unos jaboncitos, unas cremerlis. Me da una muestra gratis para pasarme entre los dedos (la gran dealer), y me recomienda una farmacia de fórmulas magistrales muy buena. Muy buena. Listo, me llevo la dirección, gracias, después mando a hacer la loción de las uñas donde voy siempre, que me queda de paso y son grosos y hay unas minitas. Nota mental: parezco un jubilado en la cola del banco, hablando de sabañones y de hernias. Addendum: También soy conservador y pajero por partida doble.

Como el tratamiento tarda un poco (a todo esto, disculpen si están comiendo), cada mes vuelvo para que me vea y me haga la receta. A la segunda vez, me pregunta si hice la loción donde me había recomendado. Le expliqué que era un viejo cliente del laboratorio TAL, que me quedaba cerca del laburo, etc, a lo cual me preguntó dónde vivía, y me marcó en el panfleto del laboratorio KUAL dos direcciones cercanas a mi domicillo, y no sólo eso, sino que me habló PESTES de TAL, un reconocido laboratorio, que ya dije que me gusta ir allá, cuál es, me gusta…

Me vine medio caliente y calculando cuánto levantaba por mes esa turra con las benditas pomadas, y si valía la pena hacerme médico para aprovechar el filón. Al mes siguiente (ayer)…

VIERNES, 3 PM

Ya no tenía muchas ganas de ir pero necesitaba la receta para revertir el proceso de quasiquesificación de la uña. Comí algo delante del Mozilla, me quedé boludeando un rato en Muy Frutal (¿o era en lo de Ariel Blanco, o en La Loca de Mierda, o en Marcas Pedorras? ¿o en todos?), me tomé de muy mala gana el subte y me dirigí a la Fabulosa Máquina de Hacer Dinero de la Doctora Dora. Como llegué atrasado, la secretaria me dijo que, como llegué atrasado, la Doctora llamó y dijo que se demoraría unos minutos haciendo no sé qué cosa, y que por favor la esperara, que le diera el carnet de la obra social y me pasara al otro lado de su coqueto mostrador de acrílico en L, porque le dolía el cuello. Para esto, debí pedirle permiso a un señor alto que estaba llegando también, y que gentilmente se hizo a un lado y se dió los cuernos contra el soporte del televisor de la sala. Con el carnet en manos, la aprendiz de señorita Topisto me preguntó el nombre y lo buscó en su pantalla LCD. “Puede sentarse, tome, se lo devuelvo”. Gracias.

Al acercarme a los sillones, veo que el único paciente soy yo, y que hay un visitador médico de unos 50 años, muy galán, contándole a otras dos visitadoras médicas de 30 y pico bastante potables (una bastantebastante más que la otra) que no se teñía el pelo, que todos le preguntaban con qué se lo teñía, que él respondía y demostraba que no lo hacía y que era descendiente de italianos y de indios, y que su pentabuela tenía 100 años y los cabellos negros, y que…

Me tomo un agüita, no puedo creer que estoy acá. Resisto un poco la tentación de mirarle la cara al ñato y las caras y los gestos de atención aparentemente genuinos de sus satélites con gomas y maletines llenos de veneno. Como la cosa tardaba, y yo ya veía que me iba a tentar o algo, miré por la ventana y pensé en otra cosa. Pensé hasta en manotear una Caras que había en una mesita al lado cuando por la puerta entró un gordo de rulos con la camiseta de Manowar y un olor a Parisiennes que volteaba, era lo único que me faltaba. Por suerte, segundos atrás de él, surgió la figura retacona pero imponente, pañoleta de seda en cuello, de la Doctora Dora Seguí de Currando (ok, el nombre es parte del 1% ficticio de esta historia).

Dijo buenas tardes y llamó a sus secretarias al consultorio, era el cambio de turno. A través de la puerta abierta podía oírse el clima de reunión cumbre. Al rato, la saliente (la del cogote duro), y la entrante se repartieron unas tareas de mala gana, se dieron un besito en el aire y se despidieron hasta la semana que viene. Diganmé si se está alargando mucho, no estoy queriendo batir un record ni nada, claro que Tato Bores a esta altura ya se habría desmayado. Bueno, olvídense de las secretarias, en la versión redux no sale.

Al minuto, soy llamado por mi nombre, o a mí por lo menos me pareció porque la cháchara del tipo este de al lado ya había atravesado continentes y generaciones, filosofías, accidentes de navíos cargueros, críticas al gobierno, todo en un volumen cada vez más alto y más altamente coreado por las dos milfis al grito de “¡increíble, mire usted cómo son las cosas!” y “¡ojála que mi novio llegue a los 50 así!”, y aunque no estaba seguro, rumbié padentro del consultorio y me le senté a doña Dora con las llantas desatadas mientras terminaba de atender su teléfono.

Al terminar, me reprochó:

-“Llegaste MUY atrasado hoy”.

-Sí, tuve unos…

-A ver como sigue el pie…

-Ta mejorando…

-Sisí. Te voy a pasar otra tanda del remedio. La vas a tomar 7 dias y descansás 21.

-Ok.

-Y una pomada de silicona para que no se te resequen los pies.

-¿?

-Te la vas a pasar todos los días. Los pacientes andan diciendo que la comprada es MUY CARA, pero la podés mandar a hacer.


¿Pomada de silicona? ¿No será para las tetas? ¿Qué quiere de mí esta mujer?

-Esto te va a proteger la piel. Yo la uso siempre. No porque le tenga asco a mis pacientes ni nada de eso, es porque me forma una película contra la sequedad, sansabaransansarundio…

-Ajá. Sí, entiendo… Sí, sí. Claro… Bueno…

-¿Hiciste el otro remedio donde te mandé?
-No, al final…
-Mirá que son muy buenos. Hay un montón de laboratorios que hacen todo mal, todo mal hacen. Por ahí, tomás un remedio que es para hacerte bien y te va peor, eh…
-Sí, hasta los de multinacionales, hubo casos que…

-Por eesooo, vos andate acá… ¿dónde me pusieron los papeles estas chicas?
-Yo tengo las direcciones, eh, usted me dio el panfleto ese la vez…

-Acá, mirá, ¿sabés qué vamos a hacer?

La miré… Me miró… Achinamos los ojos un poquito. Yo, en desconfianza. Ella, en una inocente $educción bien ensayada. Solté la mueca de recelo y le entregué la receta que ya tenía en la mano.

¡CLAC!

-Listo, así te lo llevas…

-…abrochado.

-Eso, hasta la próxima. Después tenemos que ver esos lunares.

Me extiende la mano como si nada, le agradezco su atención y me pide que vuelva el mes que viene, que lo vea con la chica en la recepción. Me olvidé. Salí sin agendar la próxima consulta, sólo atiné a llevarme la campera, a cruzar la puerta del consultorio, la sala de espera, el palier, la puerta del ascensor, la otra puerta del ascensor, la puerta del edificio, y vagué, vagué hasta las ocho y media cuando las luces del tráfico se me borronearon un poco, y no me acuerdo de más nada. Dicen que ese día trabajé un poco, saludé a vecinos y al encargado, comí pizza con mi esposa y hasta le hice el amor. Y que pasé por dos farmacias cerca de mi casa.

FÁBULA DEL CHOLO Y CIERTO ANIMAL

Viajóse Cholo a Salta, y en un tour encontróse con un guanaco (¿o sería una llama? Bueh…) que le dijo “Cholo… Cholo… ¡Cholo, eh!”. Dióse vuelta Cholo, y al ver a la criatura llamando su nombre, y al pensar que el pelo estábale tomando (para él, las llamas no conocen la gracia de los turistas, y mucho menos hablan), un puntapié dióle en el anca y el bicho retobóse un poco y ya se le iba al humo con un escupitajo en los labios, cuando un guardia del parque nacional lo agarró del pescuezo lanudo (si era una llama) y le susurró unas palabritas al oído. Parado en su lugar, pero ciego de odio ¿no va el animal y le lanza una maldición al Cholo? Primero lo reputeó bien reputeado, lindo lo reputeó, después le dijo: “Y vas a ver, cuando vuelvas a tu ciudad te vas a cagar de infeliz, de infeliz te vas a cagar, hijunagranputa, primero por pegarle a un animal en peligro de extinción, que no te hizo nada, pedazo de bosta malcagada, hoy te salvaste pero…” y llamó a todos los demonios incas y mayas, pero el Cholo ya se había subido a la combi y no escuchó el resto, primero porque estaba en quechua, y en un quechua aguanacado, imaginate, además la perorata duró como media hora, y a esa altura ya estaban en las ruinas de Cachagasta.

Volvió el Cholo de Salta (casi pongo “Vino Blanco de Mendoza”) y nada pasóle de diferente durante, digamos, una semanita. Un día salió de casa, como siempre, se tomó el bondi para ir al laburo, apoyó la cabeza en la ventanilla un cacho para ver si dormía, durmió unos minutos, desapoyó el mate, miró para afuera, se rascó la pierna, pensó en el cafecito con medialunas de grasa que se iba a tomar en la oficina y le vino un poco de saliva a la boca, que se dispuso a tragar cuando la imagen de la llama le vino como en un flash, su cabeza erguida, las orejotas, el hocico gracioso, sus pestañas curvas y sus ojos… sus ojos, otrora pacíficos, desde hoy y para siempre poyectaban su maldición: en el momento que la saliva del Cholo estaba en el punto de no retorno, todavía bañando la boca pero deslizándose hacia la parte de atrás en dirección a la laringe o como se llame, ve por la ventanilla a un joven con un buzo Adidas garceando un lindo, verde o tirando a amarillito garso, vivo y reluciente a la luz de esa mañana de marzo que fue el primero de los muchos marzos y abriles y mayos que el Cholo no pudo tragar su saliva, su propia saliva en paz sin tener que presenciar de alguna forma a alguien escupiendo al mismísimo tiempo, revolviéndole el estómago hasta el fin de sus días.

Moraleja: Si vas a Salta, tomate un vino y dejate de joderlo al guanaco que no está ahí para eso.

TÉ CON LECHE

Debe ser que en mi casa nunca se tomó y lo conocí en el hospital una vez que me internaron. No me acuerdo más del dolor, de los mareos, de quien me visitó ni de los juguetes que me regalaron, pero de esta bosta sí.

Diverjo con los que mencionan al dulce de batata con chocolate o al fiambrín como creaciones abominables que convierten dos cosas buenas en una mala; ninguna de las dos son una décima parte de cuestionables como el (¿lo digo? ¿que ya está en el título? ok) TÉ CON LECHE. Tal vez el mate de leche sí, pero me da mucho asco como para siquiera escribir o pensar sobre eso (laaalalalaaalalaaa…)
Los ingleses lo toman así, una especie de lágrima de té, por eso tienen esa cara de orto, no hacen buenas películas y les va mal en los mundiales.

En la oficina nos tienen a té con leche de la mañana a la noche (de tempranito a la mañana, hasta tardecito a la noche, porque trabajamos como malasios), y obviamente preferiría tener que tomar kopi luwak o alguna otra infusión inmunda antes que té + leche. A lo que voy, y a ver si nos entendemos: viva el té, viva la leche, los dos juntos son ese engendro lánguido y repugnante que se arrastra hasta nuestras tripas como la insistencia de un vampiro.
Ya intenté de todo, y todo se confabuló para no funcionar. Me escurrí en la cocina varias veces lo más temprano que pude; doña Rufina, Nuestra Señora del Té y ME CAGO en la Leche, con su cofia, su rodete, y su delantal color de la aberración que nos sirve siempre… ya lo había preparado. Todas las veces. Y aunque lograse llegar en el instante mismo de que mezclara los dos nobles elementos, dudo que hubiera tenido algún éxito en impedírselo; su expresión recia y su mirada torva (mamá, soy escritor) parecían haber nacido en un lago de azufre hirviente solamente para disuadirme de tal cosa.
Llegué a contrabandear saquitos escondidos en las medias, forjé historias para alejar a esta señora de su puesto y poder prepararme un tecito puro y decente. De alguna manera lo intuyó, o ya era un procedimiento macabro por ella establecido: las canillas no abrían, ni el gas; el microondas donde nos calentaba los taper del almuerzo parecía funcionar solamente con ella.

Rufina siempre nos sorprende con alguna variante: exceso o falta de azúcar aleatorios, a veces coágulos de nata, a veces una espumita muy dudosa, ora vasitos de plástico semiderretidos que te borran las huellas digitales, ora todo lo contrario. Mi tormento pasa lejos de estas variables pamplinescas, qué puede haber de malo en comerse unas criollitas húmedas (¡qué combinación de palabras, cómo me puse, uy pará!), en tener que verle la cara a esta solterona amarga (listo, se me pasó), en la obsesiva sospecha de que el refrigerio de alguna manera nos viene descontado a fin de mes… nada de esto es lo peor, lo peor es lo más simple: moléculas de té pegaditas a moléculas de leche, las unas frotándose contra las otras en un mismo recipiente y fornicándonos la vida… ¡todo… santo… día!

Por eso nació el desmoleculizador de té con leche DailySeparerTM, el más nuevo invento de Fundaciones Sprayette. El DailySeparerTM desintegra molecularmente y vierte los elementos en dos recipientes separados, ¡en dos recipientes separados!
¡Basta de sufrir, hermano ecuatoriano, hermano argentino, hermano venezolano, basta de someterse a la diaria tortura del té con leche, baaaaasta!
¡En forma de corbata, lapicera o carpeta con fotocopias, para que lo puedas llevártelo a tu trabajo sin que el jefe se dé cuenta!
¡Llamá ahora y llevate una cuchara TurboMagicTM y una cubetera de terrones de azúcar SugarMateTM ENTERAMENTE GRATIS!
¡Llamá AHORA, te digo! ¡LLAMÁ, MIERDA!

ORACIÓN

Esta vez es la vez. Voy a juntar todo lo que tengo e inventar lo que no tengo. Me urge torcerle el brazo al fantasma que me debilita cada vez más. Voy a meter las manos en la mierda.

Alfajor Jesús

No voy a la iglesia el domingo
De rodillas no sé rezar
No sé dónde está aquella Biblia
Me la olvidé en el último bar

Pero sé que Jesús me ama
Sé que un día va a volver
Estoy inundando de baba
El polirrubro de don José

Quiero mi alfajor de Jesús
Porque me hace sentir mejor
Quiero mi alfajor marca Jesús
Mata el hambre como el mejor

No voy para Mar del Plata
No me gusta el cordobés
No hay saque mejor para este pibe
Del suelo me va a levantar

Mejor que un trago de whisky
Jesús me satisface bien
De dulce de leche y chocolate
Mi alma tú la llenas, amén

Y cuando la cosa se te pudre
Cuando el fin del mundo
Parece comenzar
No tengas miedo, nene
Pedítelo en el kiosko
Él viene con relleno
Él va a ser tu salvación

Pero tiene que ser un alfajor Jesús
Bien envuelto en celofán
Tiene que ser de la marca Jesús
Mata el hambre como el mejor

Quiero mi alfajor marca Jesús
Porque me hace sentir mejor
Quiero mi alfajor marca Jesús
Mata el hambre como el mejor


(Waits, Careqa, Castrillo, su ruta)

LOS NOVENTA

Si conocías a más de veinte chabones de barba candado y sobretodo amarillo, sabés de lo que estamos hablando. Si te compraste más de una video, también. Si te lo robaron todo mientras veías las películas y no te diste cuenta, también. Nada tan grave que no pueda pasar de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, hasta que esto no sea más que un desierto sin vida animal ni vegetal, un yermo resquebrajado y lleno de sal y huesos. ¿Cómo? Nos llega un cable diciendo que la sal se la acaban de llevar de algún país de África para hacer charqui de cuello de jirafa. En fin…

CAGAMOS LA FRUTA (ENHORABUENA)

Las evidencias indican que el sujeto que fui hasta hoy sufría de una terrible tristeza que lo habría llevado a cometer suicidio premeditado con triple agravante y asociación ilícita, aunque la viuda y su amante (un matasanos de oscura reputación) alegan que se resbaló con un yogur en la cocina de casa y se desnucó vivo.
Como sea, me llevan detenido por querer no ser más a quien todos estaban acostumbrados, y digo SÍ, YO MATÉ a ese que andaba tirado en la vida como un caracol sin alas, sin piernas, sin dientes, la sombra vacía de la brisa del riachuelo que algún borracho imaginó que soñaba.

NIRVANA

Deben ser las dos y media. El sol de otoño ya empieza a bajar. Veo a Luciana que pestañea cada tanto, como un gato al sol. Estoy en el otro sillón, otro gato. Gordo, capado. No hay pensamientos más allá de esto. No hay fuego ni ambición. No hay hambre, dolor, pendencias, trámites por hacer. La vida es acá. No hay radio; la tevé y otros azotes no se inventaron, el teléfono no llega. No hay otros, ni yo ni ella. Hay la vida. El solcito tibio. La vida… pura. Ni fría y oscura, ni inasible de tan brillante. Una luz a través de la cortina.

LUZ

Lo hablo de vez en cuando con un gran amigo. Más que nada para ver si lo desarrollo mejor, porque sé que algo valioso y bello hay atrás de esto que me pasa a veces, y que me gustaría que me pasara más. Y que no sé cómo explicar. No soy muy oral. Soy pésimo para contar hablando. Bastante malo para escribir. Pero soy peor cuando hablo. Mi amigo ya debe tener las bolas por el sopi. Espero que ustedes no.
Soy una persona sensible. Las cosas me tocan. Me hacen mal y bien, tal vez más mal y más bien que al ciudadano medio. Me cuesta admitirlo. Lo estoy viendo escrito y me lo admito, no me queda otra, pero mi actitud ante los otros es un poco entre "bueeno, qué me importa" y "soy un cubito de hielo en una de esas cubeteras de aluminio que tirabas de una manija, y na-da-me-afec-ta, ya lo dije, estoy hecho de hielo, agua dura".
Muchos días, sobre todo muchas mañanas, salir a la calle y enfrentarme a una cierta cantidad de gente mucho menos sensible que yo, menos ambiciosa tal vez, menos consciente de sí misma, menos cuidadosa-con-la-hormiguita-que-lleva-una-hojita-qué-linda-la-hormiguita-qué-linda-la-abejita-que-lleva-la-miel-en-las-patitas que yo me produce asco, pena, tristeza sin par, altos enojos, y muchas, pero muchas carajeadas por lo bajo. Tengo un problema. Oquei. Todos tenemos. No me felicito por eso, todos los días me alejo de lo oscuro que hay en mí, o por lo menos me hace bien creer que es así.
Hay días que son más o menos: todo simplemente transcurre, parece que resbaaalan sobre mi piel los coágulos viscosos de la dejadez y la miseria, la soberbia, el resentimiento y el desprecio impreso en rostros de gente. Hago lo que tengo que hacer y me vuelvo a mi casa, a mis cosas sensibles y llenas de sentido. Tampoco es que soy un intelectual o un filósofo. ¿Se dieron cuenta? Bueno, parece que no soy el único sensible en la sala.
Algunas (muy algunas) mañanas, mañanitas de sol o no, a los apurones o no, en el subte, en el ascensor, por la vereda, alguien, alguien bendito y luminoso danza (es la palabra) graciosamente frente a mis ojos. Alguien de expresión serena y despreocupada, naturalmente felizdelavida, no una felicidad de propaganda de toallitas o de pasta dental. Muchas veces ni siquiera es una hembra de cabellos rizados y con la correa del morral que le pasa entre los pechitos como la que vive a la vuelta (y cómo me pone, hermanito querido…) ¡No! Por ahí es un viejo de jogging y sobretodo, pollerudo de mierda, que le fue a comprar medialunas a la mujer a las siete de la matina porque anoche fue el aniversario de treinta años de casados y la vieja se la chupó o algo, pero la cara de feliz cumple no se la saca absolutamente na-die, ni las pocas monedas, ni el riesgo de que lo afanen y lo maten en la primera esquina, ni el viento que le cortaría la jeta a Dios y al Diablo, si no hubieran abandonado hace mucho tiempo este mundo. Por ahí es el pibe que entrega los diarios en bicicleta, que va silbando algo que en principio nada tiene que ver con levantarse a las cinco para ganar quince mangos; por ahí es una cartonera vieja y mal vestida, pero que te mira a los ojos y sabés que te desea el bien por más que no lo diga con esa boca sin dientes. Por ahí es un cana novato y lleno de ganas que todavía no se hundió en el barro inmundo y vil del crimen uniformado, y que ya te vio pasar una vez y sabe que sos gente derecha, como él.
Me ha pasado a veces. Muy a veces. Y dura lo que dura un instante, pero te deja un calor acá, un reconforto que va más allá de un consuelo. A veces (muy, muy a veces) hasta llego a invocarlo porque sí, sin compararlo con las tan cotidianas tinieblas, y sin buscarlo como refugio.
Ya me olvidé las caras (menos la tuya, chuchi); me queda lo radiante de las expresiones, de los cuerpos sueltos, lo sereno del momento y el recuerdo de no haberme importado nada más, aunque claro, todo de a poquito cada vez más difuso… pasaron algunas semanas desde la última vez. Ando precisando otra dosis. Nos vemos por ahí.

LA POSTA II (Y a ver si paramos por acá…)

Cuando pensaste que lo viste todo, hay cosas que te llegan de un segundo para otro a tu vida, sin aviso y sin mucha posibilidad de escapar. Tarde o temprano se te meten dos travestis en el auto.

Son las ocho de la mañana. Lagañento, paro el auto y busco a mi alrededor un lugar donde dejarlo. Es domingo y no debe ser nada difícil. “Lo dejo –pienso-, subo a lo del tipo, le instalo la antena nueva para que vea el partido y me deje de romper las pelotas, me vuelvo a casa y me duermo todo”. Ya sé, dije en el afano anterior, o alguien lo entendió así, que no tenía auto, pero tengo, es que, no, lo, uso, siempre, ¿oquei?. No me vengan con cosas que estoy contando un tema serio.

Hagámosla corta que no me quiero envenenar de nuevo: el primero, una versión pero muy autóctona de Amy Winehouse, premolar faltante y tatuajes tumberos incluídos, se mete por adelante, y mientras todavía me dura el pasme, un segundo (rubio, torerita llena de tachas y colgajos ochentosos estilo Madonna o Cindy Lauper, pero con la cara de Nicko McBrain toda pintarrajeada) abre la puerta de atrás y entra sin mucho trámite.
El que está al lado mío comienza la negociación:
-¿Cómo andás, lindo? ¿Te acordás de mí? ¿Dónde está mi propina?
-¿Qué propina?
-La que me prometiste el otro dia.
-No te conozco, vamos bajando que tengo que laburar.
-Mirá que no nos vamos de acá sin la platita…
-No sé de qué me hablás, aparte no tengo plata. ¡Dame las llaves y bajate yá!
Sube las piernas y patea el parabrisas. Nunca había tenido a uno tan cerca. ¡Miento! Una vez uno me compró un lavarropas usado, pero tenía otro nivel. Bueno, no sé exactamente qué otro nivel, estaba comprando un Eslabón de Lujo modelo 75 todo picado. Pero este es peor, en vez de bombachas, como todo travesti decente debería usar, tiene un slip blanco de algodón, de esos del Carrefour.
-¡Te rompo todo el auto!
-Hagamos así, bajate ahora o llamo a la cana.
-No vas a llamar a nadie…
Manoteo el celular y disco los tres números. Disco no, aprieto. Voy a apretar el Send cuando me lo arranca de las manos, y el de atrás (supe después que me abrió la caja de herramientas que estaba a sus pies y que no se llevó nada, muy por el contrario, se olvidó un aro fucsia tipo atrapasueños), el de atrás, digo, me hace una llave de cogote y me apoya algo metálico, no muy afilado, cercano a la carótida. Qué momento.
El de adelante (Amy) me palpa cuidadosamente los bolsillos. El izquierdo y el derecho. En el medio nada, muy profesional. Lo ayudo a sacar cinco mangos hechos un bollo.
-¿No tenés más?
-No.
-Dale que tenés, ¡te rommpo todo!
-Esperá.
Como puedo, despego el culo del asiento y saco la billetera. Otros diez.
-¿Ves? No tengo más. Llevatelós.
El de atrás sugiere que se vayan.
-Dejaselós, no es el pibe.
-Disculpá, te confundimos con uno que se fue sin pagar.
Se bajan tan rápido como subieron y los reputeo desde adentro. Me responden algo que no entiendo, pero no parecen muy alterados. Seguro que están pasados de rosca y al ver que no había botín, se hicieron los boludos y a otra cosa.
Pongo las llaves y salgo como puedo, doy la vuelta a la manzana para ver si los veo. ¿Para qué, para atropellarlos? No sé.
Doy otra vuelta, esta vez para ver si encuentro alguna trulla. Nadie. Me alejo un par de cuadras y paro para llamar. 9-1-1-Send.
-Policía, buen día.
-Bla, bla, blabb, bla, bla.
-¿A qué altura de Oro?
-Blablabb, en la esquina.
-Por favor, espere en ese lugar. Estamos enviando una unidad.
Cinco minutos. Diez. Pasa alguna gente que va a comprar el pan, a pasear el perro, uno que fija era un dealer. Algunos otros traviesos. Miran mi cara llena de bronca y justificaciones, si es que existe esa combinación. Me pudro. Doy otra vuelta y paro en la esquina de un café. Otros cinco minutos y para un patrullero. El que venía manejando entra y el otro se queda llenando unas planillas. ¿Qué tanto escriben en esas planillas? Cogoteo para ver si me da bola, pero parece muy entretenido con sus papelitos.
Bajo, cierro y me le acerco.
-Buen día.
-Buen día.
-Soy Fulano, del llamado de los travestis.
-¿Cómo?
-Se me metieron dos en el auto, querían plata.
-Ah, no, disculpe. Vinimos con mi compañero a tomar un café nomás. Pero digamé.
-Bueno, eso, me amenazaron, me quisieron robar.
-¿Y adónde fue?
-Allá, pasando esa Trafic.
-Ah, no, nuestra jurisdicción termina acá. ¿Fue del otro lado?
-Se.
-Porque sansansansararínsarinsansararása. ¿No le sacaron nada?
-No, pero me amenazaron con un cuchillo acá, en el cuello.
-¿Quiere hacer una denuncia?
-No. Lo peor es que tengo que ir a trabajar y los tipos todavía están ahí.
-Bueno, protección no le podemos dar, pero quédese tranquilo, haga su vida normal, dentro de poco se van a dormir.
-OK, buen día.
Lo recontraputeo, pero por adentro. Doy la vuelta, busco un estacionamiento, a ver si todavía me cagan rayando el auto, me acerco al edificio del cliente y los veo a diez pasos de la entrada, charlando. Toco el portero y tardan para atender.
-Ah, ¿cómo andás? Ya bajo.
Tres minutos, yo de espaldas a los turros con mi caja de herramientas y el alma llena de algo feo. El chabón baja a abrirme, a disculparse por la tardanza y a protagonizar una minicruel paja mental mezcla de Almodóvar y Tarantino, con antenas, dos travestis, Macaya Márquez y paragolpes ensangrentados. Subo, instalo, vuelvo a casa y me duermo todo. No fue TAN distinto del plan original.

ME COMÍ UN ORSAI

Hoy estuve buceando en mi infancia, cosa rara. Ya sé de dónde viene todo. Mi abuela era la que me regalaba los juguetes, casi todos era ella. No sé si yo tendría 8 o 10 años, pero estoy seguro de haber sido lo que hoy en día llamamos un muchachito estudioso y conservador. Una Navidad me quedé muy cabrero cuando la nona me regaló una combi Volkswagen color mostaza, doble cabina, atención, doble cabina y media caja descubierta, con asientos rojos. Un engendro de alguna sucursal alemana del averno que hoy me gustaría tener pero que en su momento me lastimaba los ojos y me decepcionaba hasta el alma. Hubiera preferido algo más digno del aprendiz de careta que siempre se sacaba 9; una rural Volvo azul, un Passat beigecito o verde espárrago, un 504. Pero la anciana se empeñaba en darme carruajes singulares: ora un Citroen Pallas, con su forma de plancha a vapor y sus ruedas de atrás escondiditas, ora un Lancia Stratos lleno de calcomanías, ora un Corvette de los bomberos, ora una especie de batimóvil con el motor al aire y cola de pescado, verde fluo con un rayo naranja al costado, muy común hoy en dia (Hot Wheels, etc.) pero no tanto en ese entonces. Llegué a hojear su antiguo álbum de fotos: ninguna señal de drogas lisérgicas en su rostro, ni un rictus, ni un mandibuleo, ni una mirada perdida, ni una mala compañía, ni una bolsita con un porro reseco y aplastado, con la fecha 16/03/56 entre las cartulinas amarillentas y ese papel transparentoso que solían usar para separarlas. Aparte, si conocí a mi abuelo, la hubiera cagado bien a palos.
Aún sin haber terminado la primaria, quizás su instinto le mostró que su nieto iba por el mal camino y le puso cariñosamente un cartel de desvío en forma de bizarros autitos de colección para que su trayectoria fuese derrapando un poquito en Reyes, un poquito en el cumpleaños, otro poco en Navidad, lo suficiente como para que nos estemos leyendo hoy. Estés donde esteas, gracias.

PD: Antes que los piolas de siempre empiecen a mandar mensajes quejándose de mi autocomparación con Casciari… ¡Uh me comí un Dolina! ¡Mal! ¡Uh, me comí un Podetti! ¡Qué bueno, eso quiere decir que tendremos la tarde libre! ¡Uh, me comí un Petinatto! ¡Por ende, me comí un Orsai! ¡Y si esto es un epílogo, me comí una sitcom! ¿Ah, no? ¿Es una posdata? ¡Qué poronga! ¡Uy, me comí una Negra Vernaci! Negra Vernaci, mmmmmmh… ¡Me comí un Homero! Y así… ¡Me comí un Dolina! Que es de Caseros, pero no es Alfredo, mirá si me voy a comer un gordo desos, no termino más…

UN ALIENTO

Después de ponerte redelacuquex el 31, de abrazar a todo el mundo y desearles la mejor, tirar cañitas y escuchar los enganchados de los Decadentes en la radio, después de todo eso, cuando te despiertes en el parquet pegoteado de sidra, rodeado de restos de pollo y aceitunas a medio comer, acordate: el sueño terminó, ya es 2009.

BANCAME UN TOQUE

…y casi todos los días voy a hacer el examen. Y sí, es un viejo amigo de la familia. Fue médico de cabecera de mis papás, de mis tios… es un capo. Cuando todavía existía el médico de cabecera, ¿no? Está con mal de Parkinson ahora, pobre. Sí, ya sé que una vez por año basta, pero me da no sé qué, aparte el consultorio queda a dos cuadras de mi casa. No, no me cobra nada, ni los guantes de látex. Es buen médico, eh, de los de antes… y de confianza. ¿Te paso el teléfono? Ah… Tabién. Cualquier cosa avisame, atiende acá por Flores, pero si querés va a domicilio también. Listo, listo… Yo decía por si querías alguien de confianza. Bueno, bueno… Nos vemos Julio, chau, saludos, eh, chau, chau.

EXTRA BALL

Descubrí que estas páginas son para mí una suerte de auto-autoayuda. Ni hace falta que me lean más. Acá es mi diván. Todo lo que me aqueja lo catartizaré sin reservas. Es más barato, y secretamente siempre quise ver al Lic. Goldman juntando cartones. Porque una vez le conté algo íntimo de mi ser y medio que se tuvo que aguantar la risa. Él se cree que no lo vi.

Ando precisando una dosis extra de testosterona. Sí, una que me ayude a enfrentar las vicitudes de la vida, que me agruese la voz, me haga crecer mucho pelo y músculo por todos lados y me aguce la vista para cazar los mejores culos, las mejores conchas y las mejores tetas.
Por eso, una de las tres cosas que le pediría al genio de la lámpara sería un tercer testículo. Nada demasiado farolero, ni siquiera tendría que ser compañero de los otros dos; podría salirme, ponele, en la pantorrilla, o atrás de la oreja. Lo deveras importante sería que bombeara hormonas masculinas 24 horas, a rabiar.

Lo malo es que las lámparas de aladino no abundan en este Buenos Aires gris y cansado. Me paso las tardes frente a las pizzerías de Constitución para ver si entre las chapitas incrustadas en el asfalto se han olvidado alguna. A veces me sorprendo, en cuatro, frotando algún pedazo de metal que se les parezca. Sé, porque me lo han dicho, que algunos colectiveros ansían durante todo el recorrido llegar a la estación, sólo para ver si me embocan cuando estoy con el culo para arriba. Hasta ahora, no ha sucedido ni lo uno, ni lo otro.

Podría revisar mi carpeta de spam, y ver si alguno que se llama Rempick S. Holmes me ofrece uno a buen precio. Podría transplantármelo, ahora las cirugías son tan accesibles… Pero debe doler, y la gente sabría, tarde o temprano, que no es original de fábrica. Podría ser un buen niño lo que resta del año y pedírselo a Santa Claus para Navidad, aunque no debe ser tan fácil de conseguir allá en el Polo Norte, y si para el 24 a las doce menos diez el tío todavía no lo consiguió, puedo terminar mis días con un huevo de reno en mis entrañas. Mala idea.

Mientras el genio no se me aparece entre humos y centellas, voy probando con algunas cosas: fumar negros y tomar mucha ginebra y café frío sin azúcar, tener un flete, hombrear bolsas en el puerto, trabajar en una carnicería, tomar unos vinos con Iorio.

Sé que algún día mi nuevo amigo llegará, y seremos felices para siempre, siempre juntos, aliados, conectados, listos para todo, y a partir de ese día no habrá más temor, ni dudas, ni cansancio, ni dolor.

Letra pequeña:
Bueno, dolor por ahí sí, imaginate, si te duelen DOS huevos, TRES debe ser pior.

LA POSTA

Quienes me conocen saben que siempre me meto en situaciones pintorescas, y que de alguna u otra forma sus fragmentos terminan salpicados en estas páginas.
Hoy, por primera vez, lo que voy a contar es TODO VERDAD. Me pasó el viernes en el colectivo. Sí, amigos: no soy un playboy literato, no vivo en Dubai y no tengo un harén con lo más selecto del puterío internacional. No me llamo Rubén y no tengo un Lamborghini Diablo. Soy uno más de los que viajan todos los días de un lado para el otro atrás del mango. Más de uno debe estar sorprendido y al borde del atonismo; recojan sus mandíbulas y sigan leyendo. [Seguir leyendo]

Dos meses atrás me gané un celular en una promoción. Lindo, con mp3, una cámara (lamentable la cámara, pero en fin…). Pasé a escuchar música en la calle después de mucho tiempo, ya que el mp3 ultrapedorrísimo-baratísimo-sinmarca-nosirvenipararrascarselaoreja y el discman sin-g-shock-ni-radio-tragapilasdelorto-descangayadísimo-apartenotengomascds no funcaban más hacía meses.
Siempre discreto y paranoico, mal lo sacaba del bolsillo para pasar los temas; para no llamar la atención, lo usaba con unos auriculares viejos pero pulenta que se escuchaban rebién. Como si eso fuera lo que ese día atrajo al ladrón. Seguramente fue mi justificada apariencia de buen pibe, cagón y mantequita (¿miento? gracias).

Lo debo haber visto en alguna propaganda de celular y se me pegó; estaba de un despreocupado buen humor y me tiré en un asiento casi al fondo (lo que nunca) a escuchar mis mp3 al solcito, pegado a la ventanilla. Faltaban unas veinte cuadras para llegar cuando se me sienta un chabón al lado. Mira para atrás y me dice algo que no entiendo, así que me saco el coso de la oreja.
-¿Este pasa en Parque Sabarasa*?
-Sí, pero te conviene bajarte y tomarte el subte porque da mucha vuelta.
-Ah, es que ando sin guita. Salí de la cárcel hace poco.
-Ah (glup)… bueno, te puedo dar para el subte.
Saco seis mangos del bolsillo, le doy cuatro.
-No tengo mucho, pero lo comparto con vos… (¿?)
-Soy de Villa Esparraguete**. Jodido… Ya me dieron un balazo, acá. Ahora ando armado. ¿Vos no sos rati, no?
-No.
-¿Seguro que no sos rati, no?
-(glupp) Noo, que voy a ser rati, no…
Abrió la parte de adelante de la mochila y mostró una culata negra. Es todo lo que vi. Ponele que fuera de verdad. Ponele que además tuviera un caño. Y balas y un gatillo. Ya dije que soy un gonca. No voy a repetirlo a cada tres líneas para que me humillen.
-Estoy con otro, está ahí adelante. ¿Sabés qué estaba pensando? Asaltarlos a todos, levantar una guita.
-No, no hagás eso, por favor… mirá, tengo cincuenta mangos, llevatelós.
-Hagamos así… dame los cincuenta y el celular y te vas a tu casa vivo…
-Listo.
Abro la billetera y le doy el de cincuenta; otros dos de diez se asoman. Los cheques ni los vio.
-No hagás bandera, pasamelá. Me mentiste, guacho.
-Estos son para volver…
-Te los dejo, sos buen pibe. Y sacale el chip al celular.
Desconecto los auriculares y salta Queen*** a todo lo que dá. No lo puedo parar, qué momento, ah, sí, botón Walkman, Volumen, no, Parar, ok. Abro la tapita para sacar el chip, ¿dónde está?
-Atrás de la batería.
-Sí, ya sale.
-¿Escuchás rock? A mí me recabe el rock. ¿Qué es eso?
-Es una... banda inglesa…
-Yo a veces me voy a uno de esos boliches de trolos… ojo, soy macho eh, voy porque me gusta la marcha…
-Sí, dicen que está bueno… (¿?)
Se mete el celular en el bolsillo y divaga sobre la vida difícil que llevó, las cosas que le pasaron. Tiene ojos verdes, una gorra, ropa normal. Diría que es lindo y que probablemente no fuma, no bebe, ni usa drogas. Toma sol. “Dentro de todo habla bien, es un buen pibe, la tuvo difícil”. Le tiro que “este sistema de mierda nos manda a todos al muere y no le importa si nos va todo para el orto” y cosas así. Le digo que está para más. Me pregunta de qué trabajo. Instalador de antenas****. Me dice que le consiga unas changas, para tirar cables, que está dispuesto a intentar. Que tengo cara de intelectual y que está seguro de que aprendería mucho conmigo.

Si todo esto fuera uno más de mis textos inventados, escribiría que me quiso poner un chupón mientras el colectivero, el chancho y tres viejas formaban una bella sección de cuerdas, los pasajeros bailaban y se abrazaban, y la máquina de monedas en vez de boletos daba celulares gratis. Pero me extendió la mano y me deseó suerte y compañía divina, y se lo retribuí. Tocó el timbre y se bajó con su mochila en la parada siguiente. Lo miré a través del vidrio. Él miró para atrás y para adelante, sin ningún sentimiento aparente, sin ninguna evidencia de nada. Pispié alrededor a ver si alguien a bordo estaba al tanto de lo que había pasado. Nadie. Cuando volví a mirar para afuera, había desaparecido. Tiré del auricular que tenía por adentro de la remera y lo enrosqué. Me bajé y me fui a laburar con el cable en la mano las ocho cuadras. Cuando llegué a la oficina, conté todo más o menos por arriba e hice lo que tenía que hacer. A la vuelta, un amigo me ofreció dejarme cerca de casa; le dije que a pesar de la decencia del señor caco gracias a la cual nada pasó a mayores, y que estadísticamente sería difícil que me asaltaran dos veces en el mismo día, hoy aceptaría volver en auto con el mismísimo Lúcifer en ropas de ballet con zapatillitas rosas en las pezuñas. Ya en casa, relaté los detalles a mis familiares mientras comía sin muchas ganas, y me puse a arreglar la persiana de la pieza mientras mi viejo y fiel celular tododescascarado-fuerademoda-windows311-sinjueguitosnimp3-nimemorystick-muchomenoscámara nuevamente cargaba baterías para enfrentar quién sabe qué aventuras. Ojalá que ninguna, qué chotos son los blogs de anécdotas de colectivos.

PD: Hablando de eso, La Arveja Negra vuelve a su programación habitual, y no volverá a contar anécdotas de la vida real a menos que a algún delincuente no asumido (porque eso es lo que sos) me atraque en un colectivo.

* No creerán que este lugar existe…
** No, tampoco.
*** No, esto tampoco es verdad. Lo que está con asteriscos no es, el resto sí.
**** Mentira. No vaya a ser cuestión que me empiecen a llamar lectores chorros que saben que soy fácil. ¡De acá!

MOMENTO CHIVAS: ¡AH, EL CINE FRANCÉS!

Buenas noches amigos, una vez más nos encontramos aquí en “Chivas y el Gran Cine”, con esta escenografía que simula un rollo de película con escenas sublimes del séptimo arte de todos los tiempos, esta planta deshidratada, tomá linda, tomá un hielito, y estos whiscachos que están a punnnto, ustedes no saben, con permiso… glup, glup, gluppp, tilíntlintínnn… aaaagh… Hoy nuestro programa está dedicado a criticar al cine francés. Hay un malentendido muy común por ahí que dice que el cine francés es muy variado. ¡Pamplinas! ¡Pocos cines son tan monotemáticos, todo igual y siempre la misma mierda! ¡Una película CALCADA de la otra! ¡CALCADA, aquí y en Pelotillehue!
Siempre hay una flacucha sin tetas que llora cuando se la cojen y fuma como una loca (tal vez Juliette Binoche o cualquier otra, las franchutas son todas iguales), un chabón muy narigón medio con barba y polera (podría ser un Jean Reno pero no necesariamente, son todos iguales). Hay tres o cuatro escenas así: cojen un rato, la mina no quiere pero bueeeh… después que el chabón acaba, fuman, clima de bajón, se miran mal en silencio y de pronto todo estalla en una discusión, muchas puteadas en francés, gran pelotera gran; ella se termina de arreglar la pollera, los aros, agarra la cartera y el impermeable, da un portazo, baja por un ascensor très chic y se sube a un 505 del importado (que allá es nacional, uno que tiene los faroles distintos, y menos baqueteado que los de acá). Medio que llueve. Se va a ver a una amiga para contarle lo que pasó, justo está el marido que le mira el culo; la amiga no se da cuenta y le relata algunas cosas fútiles, como que van a ir a Niza en el verano. El marido toma su café apoyado en el marco de la ventana. Y se lo mira. La mina se pone nerviosa y casi se le cae la taza.
-Ce qui se passe, Monique?
-Je dois y aller, je dois y aller…
Se sube de nuevo al 505 y vaga 2 minutos (de película) por París hasta que se hace de noche. Hay un par de escenas más, una donde el tipo la llama a la oficina y ella con la mano tapando el teléfono le dice que no lo puede atender, que se encuentren más tarde en un lugar (un nombre en francés, yo no sé francés, pero después me entero que es en un parque). Ahí viene cuando el quia medio que se despide, y se termina de repente cuando él se va y ella cierra la puerta del 505, se prende uno, lo mira irse y enciende el motor. La pantalla, como en todos los films galos (galos=franceses ;), no funde a negro ni aparecen los títulos encima, ni nada: corta a una pantalla negra con la palabra fin, pero en francés, pero corta como una patada en la nuca, como diciendo “Listo, terminó, te agarramos de sorpresa. ¿Cómo, nunca habías visto una peli francesa? Y bueno, nosotros no tenemos la culpa. Merci de venir. Reclame su baguette a la salida”. Ahí sí vienen los títulos, hay un tema con un acordeón, tipo nostálgico, etc. Después agradecen al Canal 5+, a todas las empresas que colaboraron, no es como en Hollywood que sobra la guita y a nadie le importa figurar, ni como acá que te agradecen hasta a Vieníssima por los panchos que se comieron los actores.
Resumiendo: si las cuentas no me fallan, el 87% del cine francés es así, otros 11% son pelis de policías donde persiguen a los ladrones en autos de tracción delantera, por lo tanto no colean, ni hay explosiones a granel, por lo tanto las persecuciones son un garronazo, y… ¿qué te iba a decir…?
Ah, el 2% restante son las de Asterix, Amélie Poulain e Delicatessen, que ya es un tema aparte, ni parece cine francés.
Bueno, amigos, esto es todo por hoy, hasta la semana que viene con más crítica de cine, la próxima tenemos “chinema ittalianno”, donde repasaremos la obra de Fellini, entre otros. Adriano Celentano, La Cicciolina... Hasta entonces… … … … Chau, hasta entonces…
¿Alguien me sirve otro? Están gasoleros últimamente, eh. Puro hielo… Y sí, yo intenté disimular un poco, vos viste que dije, “mmmm, que whiscacho”, ¿qué voy a decir, esto parece agua de la canilla? Dale, ahí, un poquito más… listo, listo. No, tampoco soy un alcohólico, aparte voy a manejar. Sí, voy al estreno de Los Bañeros XIV. Por laburo, a mí el cine nacional ni me fú ni me fá. Pasa que viene el verano y la gente quiere saber si la peli se deja ver. Gracias, Tito… ¿Te parece que fui muy duro con los franchutes? No, ¿no? Tabién. Y si son todas iguales. Que me chupen un huevo. Yo mi opinión no la vendo. Aparte el franco con esto de la bolsa debe estar por el piso.

DENSERIO

¿Dale que el cuchillo te cosía la carne de nuevo, que las venas le chupaban tu sangre al piso de la cocina y que otra vez me decías todas esas cosas horribles?
¿Dale que yo no me quedaba horas arrodillado al lado del tacho, la pala y la escoba, que no te pedía a los gritos que volvieras aunque fuera para pedirte perdón?
¿Dale que de acá a unos años no me visitaba en el psiquiátrico el guionista ese de nuestra película, dale que no aparecía al principio “basado en hechos reales”?
¿Dale que todo esto lo inventé nada más que para el blog? ¿Dale? ¿Dale?

(Mala semana para que me lean mis allegados o para que les pase algo en la cocina; cualquier cosa, yo no fui, ¿dale? Dale.)

MELÓN, MELÓN

-¿Vos le rezabas siempre a San Jorge?
-A San Dimas, le rezaba…
-Aaah, es por eso entonces.
-¿Por eso qué?
-Que terminaste acá.
-Ah, tabién… Decime, si sos tan piola vos, ¿porqué no te salvó San Jorge?
-Me robaron la medallita en el bondi.
-Uuy, esta país está de última.
-Es lo que siempre decimos en casa con mi mujer. Al dia siguiente, le voy a afanar a uno… lo arrinconé, le tiré la frase, como siempre… “Dame lo que tengas de valor”.
-¿Y?
-Se le hinchó la vena, se le prendieron los ojos, se me vino al humo con todo. Nunca me había pasado. Se lo tomó al pie de la letra, se envalentonó y me dio para que tenga. Al toque cayeron las trullas derrapantes. Esa misma noche yo estaba dando el culo en la comisería, y dos días después acá.
-Porque no tenías la medallita.
-Porque no tenía la medallita.
-Y decimeee… vos no te habrás conseguido otra, ¿no?
-¿Medallita? No, si todavía… Che Juan, no jodás, no jodás Juan, dale, si somos amigos… ¡Juaaaaaaan! ¡Guardiaaass! ¡San Jorgeeeee!

SOLTÁ EL BRILLO, SOLTÁ LA BELLEZA

Un día, a partir de cierto día, el tiempo nos viene a apurar mal. Todo lo que nos pertenecía lo tenemos que soltar, de a poquito, porque atrás vienen otros que lo precisan. Como si hubiese una cantidad limitada de juventud a repartir entre todos los mortales.
No hay pausa en el proceso; cada minuto, el guacho nos hace la vida de a gotitas, chafiándonos lo que nos resta de poder, birlándonos lo que tenemos de más precioso. Como en arenas movedizas que cuanto más pataleás, peor te va, hay que dejarse llevar, nuestro destino es uno solo.
Otrora, adolescentes que éramos, embriagados por los posters de Bon Jovi, el recuento de granos y el olor a pedo de hamburguesa, nunca nos hubiéramos imaginado arañando desesperadamente lo que nos queda, no para no irnos, sino para que sea digno y para que alguien se acuerde de nuestro paso. Qué triste.

GOOGLE, MAÑANA (FLASH DE TN EN LA RURAL)

-Se acerca la era donde para entrar en la internet no hará falta ni saber leer, ni saber escribir. El sujeto se parará frente al dispositivo y lanzará su pregunta. Estamos aquí en la Feria de Ciencias y Tecnología de La Rural examinando el prototipo de lo que será el Google de acá a dos años, y para ello contamos con la presencia de su creador, el licenciado Mamerto Díaz. Buenos días, señor D… cof, coff ¿cómo le va, Mam…? Coff, ejemm… Bueno, dejemos las presentaciones a un lado, vamos directamente a la demostración. Tenemos un pequeño y selecto grupo de televidentes semianalfabetos que siempre miran nuestro programa, y que ganaron el concurso para salir en TV hoy aquí enn La Rurallll… Por acá, señor… No, mirando al aparato… eso… Ahora diga lo que anda buscando y la máquina… levá… a responderrr.
-Todos los negocios quel dueño se sacó la lotería y que les pusieron el número que ganaron como nombre del negocio. Yo quiero saber porque me dieron un billete de cinco falso en un polirrubro que no me acuerdo cómo se llamaba, pero era un número, y seguro que el dueño le puso ese nombre porque se ganó la lotería y se puso el kiosko con la guita.
-Muy bien, espere un segundito nomás que ya le sale el forrrmulario continuo con todos los negocios.
-Pero…
-Era unnn chiste, jejé. La máquina le graba un devedé connn todas las direcciones y usted lo reproduce en su televisorrr. El que sigue…
-Yo quiero saber sobre trolas cerca de Quilmes que me alquilen el marrón por hasta quince pesitos la hora.
-Perrrfecto. Un momentito… Acá tiene, ellll que sigue.
-A mí me gustaría la receta del pesheto fractal entremechado, ese que son varios peshetos uno adentro del otro hasta el infinito.
-Un momentito, señora… la máquina está procesanndo… muy bien…
-Gracias, joven.
-De nada. Cuéntenos un poquitito, Díaz, cómo surgió la idea de este, no sé cómo se llamaría… ¿dispositivo…?
-Es un buscador.
-Este dispositivo buscador de interrrnet por vía oral, ¿no es cierto?
-Sí, no hace falta escribir nada para optener las informacciones. La prósima etapa va a ser un aparato que diretamente adivine su pensamiento, para aquellos analfabetos que además son mudos.
-Pero qué maravilla, cómo avanza la ciencia. ¿Eso significa además, derechos iguales para todos, independiennntemennnte de capacidades ó discapacidades?
-Sí, también. Lo que busco yo con mi investigación es la igualidad del ser humano.
-Este buen hombre me ha dejado sin palabras. Estudios centrales.

EL DÍA QUE PACHA MAMA DIGA “EL INFIERNO SOY YO”

Ese día, las almas de los pingüinos empetrolados volverán al mundo material y juntarán a los humanos en corrales donde se les insertarán por el ano, uno a uno y sin interrupción todos los tenedores de plástico, cucharitas, vasitos de tergopol, tetras vacíos, bolsitas de supermercado usadas en vano, chicles, pilas da varios tamaños, un teléfono de baquelita del año 36, los suplementos de los diarios que tiraste sin leer, chapitas de gaseosa y otros items contaminantes; todo esto EN VIDA, ya que no se trata de un infierno en el sentido religioso de la palabra, sino de una rebelión natural, del coletazo de un bicho herido y ultrajado que ya no se conforma con que todo vuelva a ser como antes, y quiere venganza.
Después de ese período de transición, los humanos serán libertados y usarán pañales (de los que se lavan) por cien millones de años hasta que Charles Darwin se encargue de cerrarles el culo nuevamente.

CARNE SOBRE CARNE

Su cuerpo rebotaba convulsivamente, tal vez no de placer y sí porque la media res estaba más que congelada y quemábale la piel. Luego de que Ricardo saciara su furia sexual, Carmencita hizo su pedido: “Marcame”. Entonces, el carnicero sumergió su miembro en el balde de tinta violeta, le dijo “date vuelta” y procedió a ponerle su marca, una R y una C subrayadas. Las sopló un poco y les echó viento con una planilla ensangrentada. Las apretó con el dedo para ver si se le pegaba el violeta: se habían secado. Carmencita era una chica RC.

BOLUDOS SÍ

Guión para OTRO corto independiente protagonizado por Eduardo Blanco (Raúl) y Osvaldo Santoro de traje cremita, corbata marrón y maletín (Francisco).

Interior, noche. Subte línea C. Tropezón.
-Disculpemé, lo pisé…
-No, no es nada…
-Qué boludo…
-No hay problema.
-Ojo, ni más ni menos boludo que usted.
-¿Cómo?
-¿Ve? Soy un boludo. Disculpemé, no fue mi intención llamarlo así.
-Grrmm…
-Pero el ser humano es medio… “así”, por no decir MUY “así”; es lo que nos diferencia de los animales.
-Tal vez sea un problema de manos chicas…
-Jejejejj, esa la sabía, sí. Pero no, la boludez la llevamos en el alma… ¿Le puedo hacer una pregunta?
-Dele…
-¿Usted creía en la budinera?
-¿Qué?
-La budinera, esa que se ponía en un palo para enganchar los canales de cable.
-Ah… sí, claro. Yo no la puse, pero funcionaba, ¿no?
-Nooooo, ¿ve? ¿Y en Walt Disney, usted cree?
-Claro, cómo no voy a creer.
-¿Sabía que era satanista y del Ku-Klux-Klan?
-No me diiiga…
-Sí. Y fumaba crack.
-¡Qué sorpresa!
-Bueno, es así. Y nosotros, LOS BOLUDOS, nos creemos lo que nos venden. Lo importante… lo importante es SABER de nuestra boludez. Con eso ya tenemos por lo menos un hilo de salvación. HAY QUE RECONCILIARSE CON EL BOLUDO INTERIOR.
-Sí, bueno, yo me bajo en esta. Un gusto, eh…
-Tome, le dejo un folletito de Boludos Sí.
-Gracias.
-A usted…

Cuchún Cuchún Cuchún Cuchún Cuchún Cuchún ZIIIIIIIIIIJJJJJJZZZZZZ JIIIIIIIIIIZZZZZJJJJJJJ Cuchún Cuchún Cuchún Cuchún Cuchún Cuchún

-Uuy, disculpemé, lo pisé…
-Está bien, no fue nada.
-Usted va a pensar que soy un boludo…

MARÍA Y ENRIQUE

Además del olor a patas, a culo, a vino y a sábanas pringosas, flotaba en el aire la sensación de que algo no estaba del todo en su lugar. Al contrario de otras veces, cuando Sheyla mostrábale ausencia y falta de interés, Enrique percibió un cierto nerviosismo mal disimulado en sus manoseos esa tarde. Cuando se le acostó al lado en vez de irse a baldear la chucha con permanganato, le vino como un frio en la espina. Buscó alrededor, desesperado atrás de los puchos. Seguro que le iba a decir que estaba embarazada, o que tenía sida. Seguro, se la venía venir. Manoteó el pantalón al lado de la cama, ganó el paquete y los fósforos sin sacarle los ojos de encima, miedo a que le clavara las palabras por la espalda. Prendió uno y sacudió el fósforo una vez, sin dejar de mirarla. Fumó y la observó largo rato; nada dejaban transparecer las facciones severas de muchacha del campo, sólo (y sólo tal vez, allá en el fondo) un atisbo de preocupación sobre cómo Enrique iba a reaccionar. Ni eso.
Enrique habría comparado su expresión vacía con un signo de interrogación, si hubiera sabido lo que eso significaba. Prefirió darle en su cabeza el nombre de “cara de nada”.
En ese instante, ella le pedía el pucho con una seña; él se lo acercó a su mano súbitamente temblorosa. Pitó hondo, como para cobrar coraje, miró a través de las cortinas del cuartucho y desistió de revolver en las palabras:
-Te quiero, Enshique; ievame con vó.

LAS EDADES DEL NIÑO

por el médico pediatra Jorge Alberto Cascagnari (Dr. Jorge)
Hablaremos este mes de las edades del niño, ese flagelo que nos toca a todos: padres, hermanos, vecinos, maestros, pediatras, bueh… la lista es interminable. El peluquero quel pibe no se le queda quieto en la sillita esa, en fin… Vamos a los números.
Al nacer, estas criaturas nos sorprenden a todos con sus gritos pelados y apariencia general de ranas. Esto es NORMAL.
A los seis mesesitos, empiezan a comer papillas y a embarrarse de lo lindo, después de todo es la ley de la Naturaleza: entra por aquí, sale por allá, y cómo sale, faaaaaaaaa, se-la-regalo, señora… A esta edad también gatean y se llevan todo a la boca; es la fase de recolección de anticuerpos. Se dice que entre los seis mesesitos y el año, 75% del peso corporal del niño son ácaros y anticuerpos de toda clase.
Al añito se paran solitos y empieza la joda. Aaaaaaamigo… que te toco esto, que te tiro lo otro, que te rompo lo de más allá. Te miran y parece que te porfían, los turros. Los pibes no paran, ENE-O PE-A-ERRE-A-ENE, NO PARAN. A esta edad ya son concientes de sus actos y pueden ser castigados. Una frase aleccionadora puede ser “Si sos TAN CARADURA de andar por ahí caminando y rompiéndome las cosas, te va a gustar arrodillarte en estos garbanzos que trajo tu bisabuelo de España.”
A los dos añitos, tiran comida al piso y le bailan encima, sueltan improperios si no se les lleva la corriente, y piden todo lo que ven. También aprenden que los gases y los eructos pueden ser usados como gracia para impresionar al otro.
A los tres, ya nos hacen pasar vergüenza a lo grande: “¿Pero cómo, papi, si vos dijiste que la tía Emilce era una reventada…?”
A los cuatro, piden esos juguetes caros que ven en las propagandas de cable: el más baratieli es la pista de coches con lavadero.
A los cinco, repiten como endemoniados la frase “¡Tiene nata!”, como si no hubiera otra en el mundo. Y no quieren ir a la escuela, por más anécdotas ejemplificadoras de Sarmiento que los papis les cuenten.
A los seis y siete años, hacen preguntas obscenas como “Má, ¿los corazones tienen patas?” y otras de ese estilo. Ya miran el pitito como de reojo.
Hasta los diez transcurre todo más o menos normalmente, escuela, amiguitos, etc, hasta que descubren el pito. Aaaaaaah mi dios, y no lo sueltan, eh… nononooononoo. Esta conducta se repetirá hasta la edad adulta, con la variante que más tarde le pedirán a otros u otras que le agarren el mencionado pene.
Bueno, obviamente este es un resumen muuuy resumido, faltó tocar un montón de temas, el falso crup, las vacunas, el repelente de mosquitos, pero seguramente el próximo mes, si no me cancelan el registro (¡toctoc!), nos veremos de nuevo tratando los temas que nos conocerán mejor a nuestros críos.

LIBRE (POESÍA)

Libre es el colectivo cuando ya subieron todos
Libre es el taxi cuando no se subió nadie
Libré es libro en francés
Libre es el escape de la moto que me despierta
Libre es la revista que más me gusta
Libre es el tenedor por cinco con cincuenta

LOS POST IMPUBLICADOS (E IMPUBLICABLES) ENCONTRADOS EN EL ALTILLO DE RUBÉN

Mientras se me ocurre algo más de la saga de cuando Rubén se murió, sigo publicando cosas inéditas en internet de nuestro recordado ídolo. M.

POST QUE VIENE A CUENTO POR EL TEMA DE LOS DESPERTADORES, NADA QUE VER CON LA MUERTE DE CASTRILLO

-Hola… ¿Cuánto es el despertador?
-¿Qué desp… ah, ¿esto?
-Se…
-Aaah, esto no es un despertador. Te cuento… vení, acercate.
-¿?
-No le digás a nadie, eh. Yo te lo cuento porque siempre te veo pasar. Aparte sos repotro, sos.
-Sí, bueh. Gracias. Tá, ¿cómo es el tema?
-Acá nos pagan para que tengámos esto en el puesto, pero no son para vender, son para hacer ruido, parece.
-¿Pero quién les paga?
-No sé, nadie sabe. Vienen en una combi negra todas las madrugadas. Nos dan cien peso… yo ya me hice la cas--
-¡LO SABÍA! ¡LO SABÍA!